Johannes Kepler y el Somnium: El sueño que alcanzó las estrellas Por Arturo Vásquez Urdiales
27 de noviembre de 2024
I. Johannes Kepler: El astrónomo que soñó con el infinito
Imaginemos una noche de cielos claros en el siglo XVII, cuando las estrellas aún eran las joyas divinas del firmamento y no cúmulos ardientes de gas.
En ese tiempo, un hombre nacido bajo la sombra de un imperio vacilante, en una Europa dividida entre la fe y la razón, observaba el cielo desde una modesta morada.
Ese hombre era Johannes Kepler, un visionario atrapado en el cuerpo de un matemático.
Kepler, con su mente inquieta, era más que un científico. Era un soñador, un poeta de las estrellas que buscaba descifrar los susurros del universo. Hijo de una mujer acusada de brujería y de un soldado errante, su vida fue una contradicción constante: entre lo místico y lo lógico, entre el deber religioso y la liberación científica.
Y de esa tensión surgió el Somnium, el primer intento humano de narrar un viaje más allá de los confines de la Tierra, un sueño en donde la imaginación se alió con la ciencia para desafiar lo imposible.
II. El sueño de los demonios: Un viaje a la Luna
En el Somnium, Kepler nos traslada a Islandia, un lugar remoto, casi místico, donde la brujería se cruza con la ciencia.
Aquí, un joven estudiante de astronomía recibe de su madre, una hechicera, un conocimiento secreto: los demonios pueden transportar a los humanos a la Luna, pero no como brujos, sino como viajeros cósmicos.
La Luna, en esta narrativa, no es solo un astro frío e inerte, sino un lugar vibrante donde la vida y la muerte se turnan con cada giro del firmamento.
Kepler describe cómo, en un instante, el sol incinera el suelo lunar, y en el siguiente, el frío extremo lo convierte en un páramo gélido.
Los demonios, guías de este viaje, explican que la Tierra, vista desde la Luna, se erige como un objeto celestial brillante y majestuoso, una “estrella” en el cielo lunar.
Kepler introduce imágenes que cortan el aliento:
“La Tierra no es solo un planeta más; es el corazón del universo, un ojo que se abre al cosmos, iluminando el camino de los que sueñan con volar.”
III. El clímax del Somnium: Un sueño que despierta las estrellas
Cuando el joven protagonista y su guía demoníaco alcanzan el punto más alto del viaje, la Luna revela sus secretos. Allí, el cosmos se convierte en un escenario de fuerzas invisibles:
“Desde la sombra de un cráter, vi la Tierra. Suspendida en el vacío, giraba como una esfera de cristal azul y blanca, envuelta en nubes como velos de novia. Era a la vez frágil y poderosa, un faro en la oscuridad infinita.”
En este clímax, Kepler da voz a los “sublunares”, habitantes míticos de la Luna, quienes, en su lenguaje misterioso, narran su relación con la Tierra.
Explican cómo sienten el pulso de los océanos, el aliento de los vientos, y cómo la luz lunar que llega a la Tierra es en realidad un puente entre dos mundos.
La narrativa alcanza su punto más alto cuando el demonio, voz de la razón en un relato de fantasía, dice al protagonista:
“Tú, que has visto la Tierra desde aquí, comprendes lo pequeño de tus batallas y lo grande de tus sueños. Esta es la perspectiva que los hombres necesitan: un punto de vista fuera de ellos mismos.”
IV. Kepler: Poeta del Universo
El Somnium no es solo un relato; es un manifiesto. Kepler, con sus palabras, rompe las cadenas de la superstición y muestra que la imaginación y la ciencia son hermanas inseparables. Su Luna no es el destino final, sino un trampolín hacia lo eterno.
Kepler fue un hombre que sufrió la incomprensión de su tiempo.
Su madre, Katharina, enfrentó la hoguera de la ignorancia, acusada de brujería; su vida personal estuvo marcada por la pobreza y el conflicto.
Sin embargo, en sus cálculos y en sus sueños, encontró el eco de lo divino, una conexión entre las leyes de los hombres y las del cosmos.
V. Conclusión: El sueño que nos pertenece a todos
El Somnium es más que el primer relato de ciencia ficción; es un recordatorio de que la imaginación es la fuerza más poderosa del universo. Es el sueño de un hombre que se atrevió a mirar más allá de su tiempo, desafiando las limitaciones de su mundo.
*Hoy, cuando miramos la *Luna*, vemos no solo un satélite, sino el reflejo del sueño de *Kepler*. Porque en cada cráter, en cada sombra, reside la huella de su imaginación, recordándonos que las estrellas están ahí, no para ser adoradas, sino para ser comprendidas.
Kepler, el astrónomo que soñó con el infinito, nos enseñó que la humanidad no está hecha para quedarse en la Tierra. Estamos hechos para volar.
“Y así, el sueño de uno se convierte en el despertar de todos.”