El Hombre de Vitruvio y el misterio de la proporción divina Por Arturo Vásquez Urdiales
19 de noviembre de 2024
En el corazón de la geometría sagrada, donde el arte y la ciencia se entrelazan, yace un enigma que ha fascinado a la humanidad desde los albores del Renacimiento: el Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci.
Este dibujo, a primera vista un estudio anatómico perfecto, esconde tras sus líneas un laberinto de proporciones matemáticas, secretos filosóficos y una fórmula aritmética transmitida en los talleres artísticos desde el siglo IV.
Pero, ¿qué hace de esta obra un legado eterno y, al mismo tiempo, un acertijo que aún hoy desvela nuevas verdades?
La proporción áurea: la matemática de la belleza.
La proporción áurea, también conocida como el número de oro o phi (1.618), ha sido venerada como la huella dactilar de la naturaleza.
Desde las espirales de una concha hasta las galaxias lejanas, esta relación matemática define un orden intrínseco en el universo. Los artistas y arquitectos de la antigüedad y el Renacimiento la consideraban un reflejo de la perfección divina.
Pero más allá de su estética, la proporción áurea simboliza equilibrio y armonía, atributos esenciales en las creaciones que buscan trascender su tiempo.
La proporción divina: el sello de lo eterno.
A diferencia de la proporción áurea, la proporción divina trasciende lo matemático para entrar en el terreno de lo filosófico y espiritual.
Para Fray Luca Pacioli, matemático del Renacimiento y maestro de Leonardo, esta proporción no era solo una regla geométrica, sino una “ciencia secreta,” una ventana hacia lo eterno.
Aplicada en el arte, la arquitectura y la literatura, la proporción divina servía como un puente entre lo terrenal y lo celestial, un medio para plasmar lo divino en lo humano.
El misterio desvelado .
Según el historiador del arte Roberto Concas, el Hombre de Vitruvio no solo es un estudio anatómico, sino un intrincado mensaje cifrado que incluye un “algoritmo secreto”. Este algoritmo, transmitido desde los primeros concilios cristianos hasta los talleres renacentistas, establecía las reglas para crear obras que cumplieran con las exigencias estéticas y espirituales de la Iglesia.
Lo que Concas descubrió es fascinante:
Al observar el dibujo en un espejo, aparecen dos figuras humanas distintas, una más joven y otra madura, coexistiendo en una simbiosis perfecta.
Las proporciones de los brazos, el rostro y el torso, aparentemente inconsistentes, encajan bajo un sistema geométrico basado en divisiones precisas: la proporción divina aplicada con un rigor milimétrico.
Incluso el círculo que envuelve al hombre no es un círculo puro, sino una doble espiral, símbolo de transformación y eternidad.
La doble espiral y el secreto de los maestros.
La doble espiral, según Concas, es un símbolo oculto que conecta las obras maestras desde el Arco de Constantino hasta la Mona Lisa. En ella se plasma la filosofía de la renovación perpetua: lo que muere renace, lo que se pierde es hallado. Este principio, arraigado en la geometría sagrada, fue usado como un lenguaje secreto por los grandes artistas para garantizar que sus obras trascendieran el tiempo.
Leonardo, temeroso de que este conocimiento se perdiera, lo ocultó en su obra más universal. Si hubiera revelado la verdad detrás del Hombre de Vitruvio, el poder eclesiástico habría destruido no solo su trabajo, sino también su vida. Por ello, el genio florentino convirtió su dibujo en un espejo del alma humana, un reflejo de la dualidad y la transformación que todos llevamos dentro.
El ocaso del secreto.
Con la llegada de la Ilustración, el poder de la Iglesia disminuyó, y con ello se perdió el uso de estas reglas secretas. Sin embargo, sus huellas permanecen en nuestra arquitectura, nuestro arte y hasta en nuestra vida cotidiana, esperando ser descifradas por ojos atentos.
El Hombre de Vitruvio no es solo un dibujo; es un legado que nos invita a buscar la proporción en lo que hacemos, a hallar la armonía entre lo visible y lo invisible, entre lo humano y lo divino. En él reside un recordatorio eterno: el equilibrio no es un estado, es una búsqueda. Y quizás en esa búsqueda se halle el verdadero significado de nuestra existencia.
Urdiales Zuazubizkar fundación de letras hipnóticas ac ©® le invita a compartir esta columna y ayudar a desarrollar un mundo mejor llenitito de buenos lectores, muchas gracias 🫂