COLUMNA:“Gobierno Intolerante”
EL GOBIERNO DE LA ALTERNANCIA (XXIX)
“Gobierno Intolerante”
Lic. Cipriano Flores Cruz
Para tratar el asunto de la intolerancia habría que abordar su contrario, esto es, la tolerancia. De acuerdo al diccionario de la Real Academia, la tolerancia implica “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”. Entonces, la intolerancia implicaría no respetar esas ideas, esas creencias o esas prácticas. Esto viene a cuento porque en estos momentos, tanto a nivel Federal, como en lo Estatal hay una escalada de intolerancia en contra del Partido Revolucionario Institucional, de sus simpatizantes y militantes, encabezada por el propio Presidente de la República y demás cuadros del Partido Acción Nacional.
Carlos Marx decía, que para explicar la naturaleza de una cosa habría que partir de lo concreto, elevarse a lo abstracto y volver a lo concreto pensado. Eso es precisamente lo que habría que hacer para explicar el fenómeno de la tolerancia. En su unidad básica, la tolerancia implica una relación de subordinación, pues el que tolera tiene la posibilidad de hacerlo o no; la acción de tolerar es una especie de condescendencia de una persona sobre otra. Por otro lado, me repugna o no simpatizo con lo que tolero, lo cual constituye su segunda unidad; los que toleran tienen un espíritu de cuerpo y es preferible para la convivencia o para la preservación de la factibilidad del grupo, este sería la tercera base de la tolerancia.
Asimismo, el que tolera sufre una especie de constricción, como sufrir con paciencia, soportar o resistir. El que tolera aparece como benevolente y el que es tolerado como expresión de su libertad. Una de las primeras expresiones de la tolerancia se da desde las luchas religiosas medievales o en los albores de la modernidad. Así se demuestra a través de los escritos de Marsilio de Padua, (Defensor Pacis, 1324), quien sostiene que en las escrituras se invita a la enseñanza, a la demostración y al convencimiento antes que la imposición o a la obligación de los principios o valores cristianos, porque para Marsilio la fe impuesta no acarrea ninguna ventaja para la salivación espiritual (Bobbio, Norberto. et. al. Diccionario de Política. Siglo XXI Editores, México 1983).
Queda claro pues, que la tolerancia se plantea a partir del respeto de las ideas religiosas, cuestión por demás bastante complicada, puesto que permitir expresiones religiosas (que nacen en el ámbito de los dogmas) no es nada fácil. Un segundo momento de planteamiento de la tolerancia se da en el terreno de las ideologías, pues éstas son ideas para la acción, implican actuar sobre una realidad muy concreta; la discusión entre un reaccionario y un revolucionario implica que casi nunca haya acuerdo alguno.
Hay un nuevo ámbito en que es menester que haya mucho ánimo de tolerancia, me refiero en los aspectos de la cultura. Por ejemplo, hay mucha intolerancia respecto al conjunto de prácticas, tradiciones, costumbres y leyes que rigen a los pueblos originarios. Lo que menos se nos dice respecto a nuestros usos y costumbres es que somos unos barbaros, salvajes, anti-modernos, anti-democráticos, ignorantes, sucios, malolientes, o violadores sistemáticos de los Derechos Humanos. Por eso tiene mucha razón Aurelio Arteta cuando sostiene que: “tolerar es aprender a vivir con la molestia que puede causarnos lo distinto y hasta lo opuesto” (Arteta, Aurelio La Tolerancia y sus Riesgos. En: El Saber Ciudadano, Alianza Edit. España. 2008). Un aspecto más en el que se manifiesta la tolerancia o la intolerancia es en el ámbito de la política. En ésta, se manifiestan diversos proyectos de asociación, organización, distribución y proyectos de convivencia bajo ideas rectoras que son motivo de controversia entre los grupos organizados o individuos en lo específico.
Lo que es cierto, es que la tolerancia siempre estará acompañada del pluralismo y por la democracia. Los demócratas, por lo regular, son tolerantes. La campaña en contra de los priístas, no sólo se puede inscribir en el ámbito de la lucha política, sino por su virulencia, intransigencia, fuera de toda razón o de lo razonable, cae en el ámbito de la intolerancia. Volvemos a estar de acuerdo con el mismo Arteta, cuando dice que “toleramos cuando nos abstenemos de impedir u obstaculizar la creencia, práctica o conducta que nos resultan objetables”.
Es necesario recordar que a partir de la práctica de la tolerancia, muchas cosas se han desarrollado a favor de la sociedad humana. Por ejemplo, por ella en el campo científico hemos alcanzado mayores desarrollos que han permitido una mejor vida para todos. Cómo no recordar que muchos científicos han muerto por la falta de tolerancia; así recordamos al teólogo y filósofo Giordano Bruno quien fue quemado vivo por sus ideas. Cómo no preocuparnos y ser solidarios con los muchos periodistas y luchadores sociales que han muerto en manos de los intolerantes, por sus convicciones e ideas sobre la realidad social de nuestro país y de nuestro Estado. La lucha por la verdad requiere de la tolerancia.
También la tolerancia tiene mucho de razones morales, pues implica el respeto al otro; tratar al otro como ser libre, como ser autónomo es un imperativo moral. Los indígenas, las mujeres, los migrantes, los homosexuales, etc. merecen el respeto, por tanto, ser tolerantes para con ellos es una condición indispensable.
La pregunta que debemos hacernos es ¿Cuáles son los límites de la tolerancia?, ¿Hasta dónde debemos y podemos tolerar? Debemos de pensar que en los límites de toda tolerancia es no permitir la opresión, la injusticia de unos sobre otros, no permitir que la gran mayoría viva en la pobreza y en la marginación, no permitir que unos cuantos decidan sobre la vida de los muchos, no permitir que unos pocos estén terminando con nuestro planeta, en fin, no hay que ser tolerantes con los intolerantes. La especie de los intolerantes campea en las estructuras políticas del gobierno de la alternancia, se observan en el Legislativo, en el Ejecutivo y en el Poder Judicial.